ORALE 130
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Hablar de la legalización de la mariguana siempre provoca un efecto
reactivo por ese estigma prohibitivo que envuelve a la droga más consumida del
mundo, y resulta difícil superar la barrera de prejuicios que rodean al tema. Además,
se sabe que en México debatir esto ha sido históricamente sensible por la
estrecha relación que guarda con la criminalidad, aunque hoy parece ser cada
vez más fuerte la necesidad de abordar este controvertido asunto con mayor
profundidad.La idea de buscar alternativas lícitas para romper el paradigma prohibicionista sobre esta droga es un acto que, al menos para este Vigía, merece contemplarse. La despenalización del consumo con fines terapéuticos de la mariguana -iniciativa que han presentado senadores y diputados perredistas en el Congreso de la Unión y en el Distrito Federal-, apunta a concientizar sobre un uso diferente de la cannabis, más controlado y regulado.
El proyecto de reformas también establece pasar de los 5 a los 30 gramos como límite para la posesión personal del narcótico. Además subraya que no habrá publicidad para éste, que los puntos de venta no podrán estar cerca de las escuelas y la Secretaría de Salud entregaría permisos con cuidado especial cuidado de que se trate de personas probas, sin antecedentes penales y sin vínculos con el crimen, entre otros detalles.
Es decir, no se sabe si esta propuesta ayudará a acabar con el gravísimo problema de producción, distribución, consumo y tráfico de mariguana y otras drogas que tanto han degenerado los estratos sociales y detonado la violencia en el país en los últimos años, pero bien podría entenderse como una forma de tratar de “blanquear” la clandestinidad, de canalizar el producto hacia propósitos medicinales y a la vez reducir los riesgos en todos los sentidos.
Pero con todo y la gigantesca nube de escepticismo, la discusión de este tema en el escenario legislativo ya representa un avance, más allá de la
s opiniones encontradas que siempre han existido y existirán sobre un caso que constantemente ha sido atacado con descalificaciones y por el que se han pagado altos costos políticos. En el fondo de la cuestión, no se trata de promover ni de incentivar el consumo de la mariguana, sino de mirar sus alcances en perspectiva hacia un aprovechamiento legal y efectivo.
Porque si bien la mariguana es la droga ilícita de mayor aceptación a nivel mundial, con más de 200 millones de consumidores, para muchos especialistas en salud pública está muy satanizada en comparación con otros flagelos que provocan consecuencias peores. Según revelan estudios, el alcoholismo en México, por ejemplo, provoca el 54% de los fallecimientos por accidentes de tránsito de jueves a sábado.
También está el tabaco, otra droga más letal que la cannabis. De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud, en 2012 uno de cada 10 adultos en el mundo murieron por enfermedades relacionadas al consumo de cigarros. En tanto, no hay referencias de decesos por sobredosis de mariguana. Para que esto ocurra se tendrían que consumir entre 30,000 y 40,000 cigarrillos en 15 minutos, refieren informes internacionales.
Sin embargo, desde cualquier ángulo que se observe este espinoso tema habrá cuestionamientos y se pondrán condiciones. Para su posible legalización, la mariguana deberá demostrar con contundencia científica que puede tener usos terapéuticos. Esto es la clave del debate de un tema que ya en otros países ha sido tratado y aprobado, aunque con ciertas restricciones, como recientemente sucedió en Uruguay, Argentina, Holanda, Bélgica, Portugal, Chile, Suiza, Canadá y Colombia, por citar algunos.
En todos estos países se han promulgado leyes orientadas a la utilización de la mariguana para objetivos bien marcados, aunque con un costado paradójico, por los alcances que se la da, por un lado, a la legalización para su consumo, y por el otro, a las fuertes penalizaciones que existen, en algunos casos, por el cultivo y tráfico del producto.
Esta es una paradoja que se acentúa más en Estados Unidos por su ferviente insistencia en luchar contra el trasiego de la droga proveniente de México, pero que ha permitido gradualmente la legalización de la mariguana dentro de su territorio, como ocurrió hace poco en Colorado y Washington. Si bien en este país la posesión y el abastecimiento de cannabis representan un delito, estos dos estados realizaron en 2012 un refrendo para habilitar la distribución regulada de la mariguana para uso no médico.
No es cuestión de copiar modelos, pero México está ante la oportunidad histórica de poner definitivamente en la mesa de debate el tema de la posible legalización de la mariguana en el país. Al menos existen motivos para buscar alternativas, discutir sobre sus mitos y realidades, y llegado el caso, elaborar una conclusión a conciencia despojada de prejuicios, con más objetividad y sin tanto morali
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